Levantarse... comer... pestañar un par de veces... salir...
Correr en un sistema circulatorio devastando tu pensamiento en utopías banales, eso se llama viaje en autobús.
Bajar y mimetizarse entre miles de entes etéreos que con timidez y furia sostenida en lo recóndito de sus hipotálamos apenas te miran y siguen apresuradamente con sus frívolas vidas y las pesadas cargas que ese día les demandan, eso se llama caminar entre peatones y cruzar la calle.
Sentarse en una pocilga de porquería adornada con modas sin importancia para darle un aroma kitsch involuntario, ocho horas diarias de frustraciones y emociones deprimentes que terminan para algunos burócratas cuando sus mayores preocupaciones son cuánto van a cobrar y cómo lo van a obtener sin remordimiento o ética, eso se llama día de trabajo en la oficina.
Correr en un sistema circulatorio devastando tu pensamiento en utopías banales, eso se llama viaje en autobús de regreso a casa.
Bajar y mimetizarse entre miles de entes etéreos que con timidez y furia sostenida en lo recóndito de sus hipotálamos apenas te miran y siguen apresuradamente con sus frívolas vidas y las pesadas cargas que ese día les demandan, eso se llama caminar entre peatones y cruzar la calle para llegar al edificio y abrir la puerta de tu departamento.
Entrar... pestañar un par de veces... cenar... acostarse... soñar... tener el único momento del día a solas... ser libre... hasta la mañana siguiente.
domingo, 27 de julio de 2008
Síndrome de Estocolmo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
vientos guerito
Publicar un comentario