domingo, 27 de julio de 2008

Síndrome de Estocolmo


Levantarse... comer... pestañar un par de veces... salir...
Correr en un sistema circulatorio devastando tu pensamiento en utopías banales, eso se llama viaje en autobús.
Bajar y mimetizarse entre miles de entes etéreos que con timidez y furia sostenida en lo recóndito de sus hipotálamos apenas te miran y siguen apresuradamente con sus frívolas vidas y las pesadas cargas que ese día les demandan, eso se llama caminar entre peatones y cruzar la calle.
Sentarse en una pocilga de porquería adornada con modas sin importancia para darle un aroma kitsch involuntario, ocho horas diarias de frustraciones y emociones deprimentes que terminan para algunos burócratas cuando sus mayores preocupaciones son cuánto van a cobrar y cómo lo van a obtener sin remordimiento o ética, eso se llama día de trabajo en la oficina.
Correr en un sistema circulatorio devastando tu pensamiento en utopías banales, eso se llama viaje en autobús de regreso a casa.
Bajar y mimetizarse entre miles de entes etéreos que con timidez y furia sostenida en lo recóndito de sus hipotálamos apenas te miran y siguen apresuradamente con sus frívolas vidas y las pesadas cargas que ese día les demandan, eso se llama caminar entre peatones y cruzar la calle para llegar al edificio y abrir la puerta de tu departamento.
Entrar... pestañar un par de veces... cenar... acostarse... soñar... tener el único momento del día a solas... ser libre... hasta la mañana siguiente.

1 comentario:

Tlacuilo dijo...

vientos guerito