Con una vaguedad de ensueño te destejes de los colores del día y observas, por las ventanas de tu habitación, los ecos de la noche...
Mientras, he imaginado un árbol, al momento de recordar tus arbóreas caricias, y al igual que el de Apollinaire se te parece.
En la lejanía, un destello de iridiscencias previenen tu presencia.
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