martes, 30 de marzo de 2010

Dieciocho miniaturas para decirle a una mujer que es amada

Para Berenice

1.
No pretendo, por ningún motivo, abandonar la idea de quererte. Hay días terribles, como aquel mediodía junio de 1815 cuando Blücher y Wellington robaron la gloria francesa.

2.
No pretendo, bajo ninguna circunstancia, abdicar a favor de los alemanes en aquella batalla del río Mosa cerca de Verdún (firme juglar de Pétain) en la que Falkentiples recorrió entre sus vísceras la vergüenza y el destemple.

3.
El aire de Tungasuca llega a esta ciudad contagiado por el carbón de la carne del corregidor de Tinta; su cóndor laberíntico apenas provee a José Gabriel Condorcanqui de una señal provista de aliento. No prentendo entonces que 6 de abril de 1781 llegue a estos puertos que construimos con cierto metafísico ahínco.

4.
No pretendo motivar el parentesco que presumes con Turandot; ni Puccini ni Amadi ni Simoni lo permitan.

5.
Turífero Ubico que porta en su espalda la sangre de dicha Guatemala con sus verdes jadeados en algún rincón del Petén. Que cinco segundos se nos olvide tal dictadura.

6.
No pretendo orillarte a recordar al conde Nájera García Ordoñez quien murió a manos de los almorávides; ni pretendo que se asuma como cierta la derrota de Alfonso VI y el cristianismo en el Tajo como una constante entre lo nuestro (sea lo que sea).

7.
Quiero recordarte como Galina Sergeeva Ulanova, no cómo una bala o luz eléctrica.

8.
Callemos cuando venzan los franceses: Ulm 19 octubre 1805. Recordemos el silencio y su mazmorra, no dilatemos los brazos.

9.
Venéreo el regalo que Isoruku Yamamoto propició a los estadounidenses. Invito, y eso lo pretendo, a celebrar de manera vejatoria, con nuestra carne, cualquier día de 1941. Sea a puerta cerrada, sea por sorpresa o pretexto.

10.
Pretendo que el grito de Carlos M. de Céspedes colme nuestras sábanas y apacigüe, en gran medida, el rencor de aquel día de marzo. Que sea la vociferación de Yara la que provoque cierta revolución en nuestros pies desnudos, sobre todo, cuando, cansados, nos abrazamos hasta decirnos basta. 1868.

11.
Pretendo recordarte como se acuerda Ypres de los gases asfixiantes que lanzaron por primera vez los alemanes el 22 de abril de 1914 en Bélgica. Recordarte como esa reconstrucción de Ypres, que, de la nada, levantó su aroma a Flandes para mostrarse de nuevo (colegiata de San Martín. Lonja de los pañeros, ambas fruta medieval bombardeada con tanquetas de colores desprovistos).

12.
Pretendo que huya Aníbal entre las laderas que dejan tus besos apretados mientras colapsan mis labios; dados con la suficiencia necesaria para naufragar militares: tus besos, una batalla triunfal de Publio Escipión sobre los cartagineses. Huya Aníbal entre las laderas de Zama.

13.
Mientras las fiestas Carneas, se debatían entre la distancia los veinticinco mil a favor de Jerjes. Esperar la guerra mientras en nueve días se recibe a Apolo Carneo humear las calles de Esparta es similar a la espera que impone lontananza, la batalla de Maratón, el camino de Filípides hasta ti, Atenas.

14.
Porque tus ojos son Falcatas a mitad de mis ojos; ardiente asesinato en medio de la batalla contra Asdrúbal.

15.
Enorme el faro de favila en Trafalgar, tu mirada, Nelson en Cádiz ante mis ojos inciertos: Gravina, mar, golfos, Villeneuve. El azor sobre la sal. Pretendo decirte que en el viento se lleva el silencio y la pérdida, la despedida.

16.
No pretendo consolidar la Rattenkrieg entre nosotros, ni el olvido de las ruinas de Stalingrado, ni la derrota de Chuikov, ni el fervor alemán por el Cáucaso, sólo pretendo, y eso lo hago de mala manera, quererte igual que el espionaje de la Orquesta Roja, tomarte de manera rigurosa y necesaria como al aeródromo de Pitomnik.

17.
Te amo entre balas y barricadas, entre planes y batallas, a la diestra de la mina, del bunker, desfachatado partícipe de las municiones. Te amo entre la guerra personal y de alcoba y la lidia contra el mundo que es una tanqueta despintada. Entre navajas, gritos y puyas, bombas elásticas y muertos. Te amo, Berenice, aún en la derrota y la vergüenza.

18.
Lo nuestro es una batalla perdida.

No hay comentarios: