viernes, 13 de agosto de 2010

La espuma de la mariposa

El suicida echa su vida por la ventana. Un zapato queda en el piso. En la cama, un gancho y una plancha enchufada. Y entre las sábanas: un cuerpo.
Sangre de atole. Sombreros que son botellas de tres picos.
En el cristal roto, un nombre desaparece con el vaho. Restos de alcohol. Sal marina: con un vaso se zarpa al naufragio. Un vaso, un mar desierto.
La nieve de los Andes ríe zigzagueante: pintura al óleo, quiebra las paredes. El barco tiembla. En el tórax aletea el caos y pulula una danza hablada: es el sueño que distorsiona al gato. Sesos en la grieta del instrumento de cuerda: arco y serrucho hieren la tonada para el mascarón de proa. Una ballena como ancla. Delirio. De la parábola no queda sino la oxidación.
Sumerge los pies como quien quiere calzarse mármol y mosaicos. Lento. Casi solitario.
El silencio es un soliloquio. Nada sobra, cuando se acerca el fin.
Las bisagras son agujeros de gusano desatornillados.
Abre una mano-sierra la suela. Lodo había y ya no hay.
Verde es la eternidad.

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