mientras la última ave del día se acurrucaba justo antes del anochecer,
y te miré a los ojos...
y te miré mientras las lágrimas nublaban el cielo, y el suelo,
una lluvia, tan tenue que parecía que cortaba la piel, rociaba con levedad las calles,
y todo se mojaba,
pero ninguno de los dos quiso dejar de ver los ojos del otro.
mi camisa también, mis manos también...
y tras de mí un rastro tan carmesí como siniestro me condujo ti,
y tu mirada vacía,
en tu rostro la clemencia implorada seguía dibujada,
y miré mis manos con sorpresa,
y miré aquella ave que fue testigo pero no quiso declarar,
y miré lleno de melancolía tu triste figura,
ya sin vida sobre la cama deshecha.
miré dentro de mi maleta y estaba llena de sangre,
era el rojo más intenso que jamás había visto
y el olor era seco y cortante, casi color marrón,
se combinaba con el perfume de dos flores marchitas
en un florero sucio y sin agua,
mientras tus ojos seguían clavados en mi nuca y en mi alma,
en mi falta de alma.
miré dentro de mi maleta y estaba llena de sangre...
1 comentario:
oye Gaby, que bueno esta este escrito.
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