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Con la pereza como mueca, la antepenúltima letra del alfabeto aparece en una historia mal contada de la misma forma en que las cruces pueblan un cementerio. Sepultura: el lenguaje se reduce a un gesto fastidioso, a un gruñido. A casi nada.
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Con la pereza como mueca, la antepenúltima letra del alfabeto aparece en una historia mal contada de la misma forma en que las cruces pueblan un cementerio. Sepultura: el lenguaje se reduce a un gesto fastidioso, a un gruñido. A casi nada.
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Sé gracioso: así llamarás la atención. No omitas tus posesiones, aunque nadie te pregunte por ellas. No tienes más que eso. Tu cerebro se estancó en la infancia: no puedes hablar sin diminutivos y sólo te quedan los rezos.
*Nos hemos visto dos veces y hoy nos despertamos tarde. Aún sigo oyendo la música. ¿Por cuánto tiempo la lejanía será lo único que nos una?
*Parafernalia: ignorancia.
*Estabas cerca, pero al principio no voltee a verte; luego fue difícil disimular. El acento de tu voz es irresistible. Lástima que trates de encajar en la plática imitándote a ti misma. Innecesaria repetición: una equis señala el cofre; dos, la criba.
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