¿Valió la pena? No me molesté en averiguarlo, era la inocencia sin masa. ¿Por qué lo hice? Tal vez porque, como un acto puro, sin dialéctica, fue mi manera de creerme Dios, o hacer dioses –ya sabes– no te hacen favores sin haber sangre de por medio, sólo que fue injusto, mi error fue callarme y decirme que no estaba enamorado de mí, creía tener el poder y alteré la naturalidad de un sendero predicho, tal vez pensé que lo reconstruía a su original función.
Nunca le debí nada a nadie y nadie nunca se obligó conmigo; la razón la bebí entre botellas, soñando paraísos para mí, ¡tan alejado me volví! Perdí inevitablemente la prudencia que nunca llegué a ser lo que tanto deseaba, nunca llegué a Ser... Lo que uno hace desde el momento en que se hace no nos vuelve menos muertos o mas ascetas. Así que no se derrochen, preciadas horas de sueño, ni malgasten las velas, no había cordura en esa aparente decisión, y si la hubiera sería decepcionante y trillada como una tarde a solas con mi compañía.
¿Por qué se hizo lo que se hizo?
Simplemente porque podía.
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